El bosque desnudo – Diario oculto
ISBN 978-958-9233-26-9
160 pg. 2013. Colección Los Conjurados
comunpresencia@yahoo.com
Obra pictórica: Karl Blossfeldt
ISBN 978-958-9233-26-9
160 pg. 2013. Colección Los Conjurados
comunpresencia@yahoo.com
Obra pictórica: Karl Blossfeldt
Jorge Cadavid (Pamplona, Colombia, 1962). Estudió Lingüística y Literatura en la
Universidad de su ciudad natal, se especializó en literatura en la Universidad
Javeriana de Bogotá donde ha sido profesor durante varios años y se doctoró en
Filosofía en la Universidad de Sevilla, España.
Es autor de los siguientes volúmenes de
poesía: La nada (Universidad de Antioquia, 2000); Un leve mandamiento
(Trilce, 2002); Diario del entomólogo (Eafit, 2003); El vuelo inmóvil
(Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus, Universidad Nacional, 2003); El
derviche y otros poemas (Común Presencia Editores, 2006); Herbarium (Literalia,
2011); Tratado de cielo para jóvenes poetas (Premio Nacional de Poesía
Universidad de Antioquia, 2008) y Los ojos deseados (Común Presencia
Editores, 2011).
Publicó una recopilación de su poesía bajo el título
de Música callada (Universidad Externado de Colombia, 2009), una
antología del poema breve titulada Ultrantología (Universidad de
Antioquia, 2003) y una selección de los poetas colombianos de los años sesenta:
República del viento (Universidad de Antioquia, 2012).
COMO UNA IMAGEN
Las palabras son como
naranjas envueltas en papel de seda, o peras sumidas entre cavilaciones
lanzando sombras pálidas en el papel, o ciruelas dulces y frías esperando en un
refrigerador, o manzanas con restos de nieve aún en sus hombros. Incluso las
cerezas más humildes inventan un lenguaje en los matorrales tipográficos para
decirme algo.
DE PARTE DE LAS COSAS
Las cosas no se dejan
decir. Están ahí, en el vacío perfecto, abandonadas a su suerte en el silencio
de los tiempos. Las cosas apenas se saben mostrar. Míralas temblando en su nada
esencial, en su densidad de no ser, de no estar, de perder peso, en el
anonimato de alguna vez haber sido. Las cosas tienen horror a las palabras sin
materia. Eso es lo que siempre les impedirá hablar. Es suficiente un destello
para arrodillarse e invocarlas: ¡Que aparezcan las cosas, que desnuden sus
formas, que revelen su más clara existencia!